domingo, 26 de abril de 2015

Tribuna Libre: Rafael Barrett, una recuperación necesaria


La obra de Rafael Barret está teniendo un justo reconocimiento en España en los últimos años. En Santander, ediciones Rodu publicó Sembrando ideas en 1992. Hasta 2007 no se publica nada más. Ese año aparece Asombro y búsqueda de Rafael Barret publicado por Anagrama. Un año después, en Cáceres, Editorial Periférica publica Hacia el porvenir, con prólogo de Francisco Corral. En 2010 Pepitas de Calabaza en Logroño edita El caso Barret en Moralidades actuales. Y el mismo año Ediciones Tantín de Santander en un proyecto ambicioso, publica las Obras completas, edición dirigida por Francisco Corral. El pasado año, finalmente, la prestigiosa editorial sevillana Renacimiento publica Reflexiones y Epifonemas, en una edición del joven poeta Cristian David López que fue presentada en Torrelavega.
Toda su obra fue escrita durante poco más de seis años, los que vivió en Hispanoamérica. Él se fue a Argentina en 1903. En agosto de ese año ya se conocen publicaciones suyas. En 1904 escribe en El Correo Español de Buenos Aires. A finales de año se traslada a Paraguay como corresponsal de El Tiempo y se instala en Asunción, colaborando en periódicos de la ciudad. En 1906 escribe en El Diario, La Tarde, Los Sucesos, Rojo y Azul y El Cívico. A finales de 1908 llega a Montevideo y escribe en El Liberal y La Razón.
Los textos aparecieron en diversos periódicos y revistas. Llegó a ver los primeros ejemplares de Moralidades actuales. Montevideo, agosto, 1910. Sin embargo no sucedió lo mismo con El dolor del paraguayo. Montevideo. 1911.
En esta edición que hoy presentamos en el salón de plenos del  Ayuntamiento de Torrelavega y que lleva por título "Y el muerto nadó tres días"(Itaca) se han incluido textos de los libros Moralidades actuales (2), Del Natural (1909) y Diálogos (1918), escritos entre 1906 (El Cívico) y 1910 (La Razón), por medio, El Diario.
No aparecen las fechas de publicación ni el periódico, que sí están en las Obras Completas. El artículo más antiguo en de 1904 y llegan hasta 1910. Recordemos que muere en septiembre de ese mismo año.
“Su pensamiento siempre estuvo muy cercano a la realidad cotidiana, a los más necesitados, a los campesinos y los obreros”, escribe en el prólogo de Reflexiones y epifonemas Cristian David López.
Sus temas principales remiten al ámbito de la familia y los niños, y al amor, estando presente la muerte en la mayoría de los cuentos, fijándose principalmente en las clases humildes, las que luchan y trabajan con la pobreza a cuestas para sobrevivir y sacar adelante a sus hijos. Regalo de Año Nuevo, El pozo, El hijo, En la casa de los tísicos son algunos ejemplos a modo de referencia general.
En este sentido, algunos son de una dureza extrema: La madre, El hijo (la entrega incondicional de una madre), En la casa de los tísicos (muerte de un niño), A bordo (también la muerte de un niño)…
El amor es uno de sus temas más recurrentes. Amor de parejas, amor en la familia. “No hay literatura que valga sin amor”, escribe.
En Reflexiones: “Amor, hecho individual. Hijos, hecho social. De aquí los conflictos eternos y desesperados”. “El amor estéril debe ser ilegislable. El fecundo debe estar sujeto a reglamentos, como las demás industrias”. “El amor es una obscenidad deliciosa. Lo ocultamos como los tesoros y los crímenes”. “Matrimonio, amor enjaulado”. “Si sospecháis que vuestra amante os engaña, no os empeñéis en descubrir la verdad. Contentaos con la sospecha”. El amor, intenso, romántico, o el desamor, en La enamorada.
Pero sobre todo la muerte: violenta en unos casos: De niños (A bordo, En la casa de los tísicos, La madre), de enfermedad (El leproso, Un fallecimiento), por amor (La enamorada, El amante), simbólica (La rosa)…
Los niños son protagonistas de muchos de sus cuentos. Llenos de ternura, inocencia, alegría, aludiendo a su fragilidad en algunos casos; en otros, los sitúa en un clima de tristeza y dolor, con finales trágicos.
Se muestra crítico, satírico por momentos, con la alta sociedad, al hablar de sus fiestas sociales, los juegos en el casino: Smart, Baccarat, Regalo de Año Nuevo, El novio, La cartera, El leproso (la soledad del rico)…
En algunos de sus cuentos muestra claramente sus ideas próximas al anarquismo, especialmente en los cuentos dialogados al final del libro incluidos en Diálogos: Generalidades, Diálogos contemporáneos (diálogo entre un anarquista y un rey), y en Alberico, también dialogado pero incluido en Del Natural, escrito en Laguna Porá: “Sé paciente con los malos, con los que no salieron de la infancia. Cuanto más estúpidos y crueles sean los hombres, tanto más necesitan de tu compasión, y tanto más provechoso será compadecerles”; “¿El juez, en una cuestión que no le importa personalmente, y sin perder la ridícula tranquilidad de su conciencia, se arriesga a herir a un semejante, o lo que es peor, a un extraño?”. En Gallinas: “Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está turbada”, es el comienzo, y acaba: “¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí. Antes era un hombre. Ahora soy un propietario”.
En Reflexiones y Epifonemas tiene escrito estos aforismos: “El delito no es individual, sino social. No es culpable el ladrón, el falsario y el asesino, sino la colectividad”, “La miseria de los pobres es la codicia de los ricos”, “El hombre desaparece sepultado bajo la codicia del hombre”.
Escribe contra la iglesia y el ejército: Generalidades (“Al ser despojada de su exótico patrimonio, España ha padecido además una concentración de generales y prelados, esparcidos antes bajo remotas latitudes. De Filipinas y de Cuba han venido copiosas remesas de galoneados y de frailes. No se enoje usted de un fenómeno mecánico”, “Observe usted que para los militares la guerra se distingue de la paz en que proporciona rápidos asensos), en Diálogos contemporáneos (“A primera vista la política constituye legítimamente un oficio. En ella la actividad humana parece emplearse a ejecutar una obra, a perseguir un fin. ¿Qué fin y qué obra? ¿Qué conocimientos requiere ese oficio? Aquí está lo incontestable. A juzgar por los hechos, la cultura intelectual es extraña a esta cuestión. Personas que ni para firmar toleran la ortografía ejercen altas influencias, y se dan casos de ministros instruidos. ¿Qué será mejor para la carrera política? ¿Saber química o historia, medicina o teneduría de libros? Hasta ahora los políticos no se arriesgan a estudiar nada. La política es un oficio amorfo, o el oficio de los que no tienen ninguno”), el diálogo entre Josué y Jehova en La divina jornada.
Algunos rezuman una tristeza infinita: El maestro, en el que habla de la crueldad impensada de los niños, con un retrato del maestro excepcional (49), Un fallecimiento, La madre,
Escritos en primera y tercera persona, por lo general no están contextualizados en lugares concretos. Son geografías universales, algunos reconocibles de una cultura hispanoamericana, pero salvo dos o tres en los que aparecen nombres de ciudades (Madrid en Los domingos por la noche, París en Regalo de Año Nuevo, Montevideo en La casa de los tísicos y Del natural, el Alto Paraná y Buenos Aires en A bordo, también en El maestro) tienen una localización neutra y no condicionan el relato. La historia que nos cuenta, el drama de familias en la pobreza, la ironía en sus críticas a los políticos, tienen el valor de lo universal.
Los cuentos están escritos con un lenguaje sencillo; quizá por dos razones. La primera, que están pensados para ser publicados en un periódico, es decir, un medio popular, al alcance de todos. En segundo lugar, porque son reflexiones y cuentos morales con una intención de provocar la reflexión, con una actitud crítica, y lógicamente el vehículo mejor es la forma directa sin perder rigor expresivo y formal.
En algunas ocasiones se pueden reconocer expresiones que remiten a la cultura hispanoamericana, algo entendible después de estar viviendo un tiempo allí. El leproso es, quizá, de los relatos en los que el lector puede encontrar más muestras. Pero hasta los nombres de los personajes de los cuentos son absolutamente cotidianos.
Refiriéndome a su modo de narrar, hay que señalar cómo consigue equilibrar unas descripciones brillantes, en muchas ocasiones poéticas, especialmente las referidas a la naturaleza pero, al mismo tiempo, contenidas. Está claro que tiene muy en cuenta el medio en el que van a aparecer sus textos, como antes decía, un periódico. Y deben tener una extensión precisa. Por eso no se va por las ramas, no se deja llevar por la aparente facilidad que muestra a la hora de narrar y sujeta el discurso para que no pierda efectividad, linealidad. Mi zoo, en la página 57; Sobre el Atlántico, página 141. Algún ejemplo más: página 33, en Los domingos por la noche, con elementos quizá autobiográficos.
Es en este sentido que citaba antes los precisos retratos que hace señalar en la página 49, de El Maestro. En algunos, remite a un estilo que recuerda a Stefan Zweig: El perro, con un ambiente de hotel o balnearios de la aristocracia.
Determinados textos son más reflexivos que narrativos. En ellos se muestra meditativo: Sobre el Atlántico, Ajenjo, La risa (“Y es preciso reír, hasta la muerte y hasta de la muerte. Mal necesario, al realizarse desaparece. Riamos para limpiar de nuestro espíritu el júbilo salvaje, y para marchar serenos hacia nuestras víctimas”), La última primavera, La rosa (el paso del tiempo, la belleza efímera…), ¿Recuerdas? (el amor, la intimidad serena de la familia es el contrapunto, en un instante, a la muerte: una pequeña mariposa contra la lámpara).
El humor: El perro (juego de amantes) y en los breves microrrelatos finales de Epigrafía burlesca; lo onírico: La visita y Soñando; la fantasía: Noticias de Leopoldo y El hijo, un espíritu humanista, visible en muchos cuentos: por citar uno, El beso y la muerte, página 192; la religión: La divina jornada, La oración del huerto y María. 
Luis Alberto Salcines, escritor, poeta y crítico

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