sábado, 27 de septiembre de 2014

Tribuna Libre: Construir sobre lo viejo no es fácil


Hace días puse sobre la mesa una propuesta o, más bien, una sugerencia, que ha recibido apoyos y también críticas, lo cual es natural en estos tiempos.
Asistimos a un debate general, que viene desde la explosión del 15M, y que, una vez ha tomado este movimiento forma política en Podemos, se concreta, ahora, según parece, en la necesidad o no, para la izquierda, de que converjan Podemos e IU, o de si el PSOE estaría dispuesto a pactar con Podemos, después de las elecciones, o si Podemos, en pleno proceso de autodefinición, debe seguir fielmente “su filosofía” o dejarse querer, aceptando proposiciones “deshonestas” que le puedan venir desde fuera. Como si no hubiera otras alternativas. Se podrían concretar más todas estas variantes, pero no es este el momento ni el lugar para hacerlo. Lo que sí es cierto es que el debate está influyendo en todos, de tal manera que, hasta en el PP, surgen voces que se apuntan al banquete de las elecciones primarias abiertas o cosas por el estilo, cuando parecía que este partido, con la prepotencia de su mayoría absoluta, se iba a mantener al margen de la discusión. Está claro que la proximidad de las elecciones hace dudar hasta al más pintado.
Ahora bien, que duden los que tienen mucho que perder es comprensible. Pero no tanto en quienes tienen tanto que ganar. Y, en esta ocasión, parece que es mucho.
Existe una gran mayoría descontenta con la forma en que, hasta ahora, se han gestionado sus problemas, y que alberga la esperanza de que las cosas cambien. Y también un grupo, cada vez más numeroso, de gente que está reclamando poder participar en la solución de los mismos, o sea que quiere participar en política. El reto que tenemos delante es poner de acuerdo a los que quieren participar con los que quieren que las cosas cambien. Y que hay que hacerlo sobre bases nuevas parece evidente.
Dejar de lado, en Torrelavega, los enfrentamientos entre Marcano y Blanca Rosa, entre ésta y Toca, entre éste y Aguirre, entre éste y Lidia, entre Lidia y Blanca, y la previsible lucha electoral que se avecina entre aspirantes en el PSOE; dejar de lado el desacuerdo entre Ildefonso y Peón, o los que no han salido a la luz en el PRC (pero que existen) no parece fácil, porque esos enfrentamientos han obligado a muchos y muchas a tomar partido, y cuesta volverse atrás. Y hay mucho desencantado entre los militantes de esos partidos. Y es hasta comprensible, siendo estos partidos los que han tenido el poder en sus manos, se han beneficiado de ello, y son los responsables del descontento existente. Pero, en definitiva, son cuidados del milano. Que sus problemas se los ventilen ellos. A nosotros no nos deberá afectar.
Lo que es menos comprensible es que, quienes no han tenido ese poder, se resistan o permanezcan dubitativos a la hora de buscar nuevas formas de hacer política que sirvan para dar expresión a ese descontento general que existe. Porque las formas tradicionales las rechaza ya mucha gente.
Puede que sea cierto que lo nuevo, por ser nuevo, no sirva del todo para lograr ese cambio. Es posible, incluso que, quienes buscan ese cambio se equivoquen. Es probable que ese cambio no se logre de una sola vez. Y, seguro que hay cosas “viejas” que deberemos seguir usando. Pero será sobre otras bases. Lo que mucha gente rechaza es que, una vez más, se le pida la adhesión incondicional a algo en lo que no ha participado.
Los pactos entre organizaciones se convierten siempre en un trapicheo de puestos, negociados en despachos. Las coordinadoras o plataformas desembocan siempre en sopas de siglas que aparentan más fuerza de la que realmente tienen. Reservarse para posibles pactos postelectorales es mantener la esperanza de que unos resultados favorables permitirán, a cada parte, imponer sus condiciones. Y eso, sin mencionar las luchas internas por aparecer más arriba en las listas del propio partido. Esas formas de buscar la unión y la fuerza están ya muy desgastadas. Contra esas formas, por tanto, hay que pelear.
Por tanto, avanzar, hoy, pasa, en primer lugar, por conseguir que participe, en la definición de lo que queremos construir, toda esa gente que está reclamando que la dejen participar y que no está en las organizaciones. Y que participen desde el principio. Y también, por qué no, esa otra gente que viene demostrando su generosidad con un trabajo serio y desinteresado, en su propia organización, pero que hoy está desencantada. Para eso es importante que las organizaciones apoyen y llamen a sus afiliados a que participen.
Pero, sobre todo, pasa por preguntar, antes de nada, a la mayoría de los descontentos, si quiere que intentemos algo nuevo. Porque, de no ser así, si no despertamos grandes expectativas, el avance que consigamos será poco significativo.
Entiendo que, electoralmente, esto debiera traducirse en una lista única. Una lista compuesta por personas, independientmente de que pertenezcan o no a organizaciones. Una lista que nazca con el aval de mucha gente. Una lista elaborada por elección popular. Los métodos para conseguir esto estarían por definir. Las tan manoseadas primarias exigen alguna concreción. De cualquier manera, existen, al día de hoy, bastantes iniciativas, de cuya experiencia podremos aprender. Hay mucho de lo que hablar.
Y, por supuesto, el programa. Un movimiento así se distinguirá por lo que reivindique, por lo que se moje en escuchar las demandas de la gran mayoría que son los asalariados, los parados, los jubilados, las mujeres, los jóvenes, los dependientes. Y porque ofrezca cauces para que esa mayoría se exprese, organice y luche por lo que es justo, de tal manera que sean las propias personas afectadas las artífices de la solución de sus problemas.
Decía en mi inicial propuesta que unas cuantas organizaciones deberían sentirse concernidas por la misma. Es un decir. Ante todo, respeto todos los planteamientos. Entiendo que, en estos momentos, mucha gente está pendiente de lo que esas organizaciones digan y hagan. Y espera que sean coherentes. Lo que sí debería quedar claro, entiendo yo, es que, las organizaciones que apoyen un movimiento así, lo harían a través de la participación de sus miembros, a nivel personal. Cada persona un voto. No caben aquí los votos ponderados, en base a la supuesta o aparente fuerza que cada organización ostente y quiera hacer valer.
Con todo, son opiniones personales que defenderé si nos sentamos a debatir sobre el terreno. Reitero que mi decisión es no ser candidato y menos aún liderar el movimiento. Sólo doy el primer paso para que el movimiento se ponga en marcha y aporto ideas. Y aportaré trabajo desde la segunda fila.
José María Grúber

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