Antes de que “se cierre el control” para quienes queremos opinar, antes de que empiece la campaña electoral (espacio “reservado” en los medios de comunicación para los contendientes políticos) me apresuro a escribir. Será el tiempo de escuchar a los candidatos, de tener presente no solo lo ocurrido en los últimos meses, sino también la trayectoria de unos y otros, y de informarse bien para acertar con el voto.
Dibujar la situación, definir a los contendientes con trazo grueso, a estas alturas, parece sencillo. Definir con trazo fino puede ser más complicado. Hay quien se estrena, como quien dice, en estas lides. Otros llevan ya muchos años y su trayectoria es clara. Pero, unos y otros ofrecen una imagen o un bagaje dispar entre lo que son realmente y lo que representan.
Los partidos viejos nos han demostrado, con creces, lo que son y lo que dicen representar. El PP, de popular ha demostrado que no tiene nada, solo el nombre. En realidad es un partido para la minoría privilegiada de este país. El tópico de que el PSOE no es ni socialista ni obrero puede que sea algo más que un tópico pues, a lo largo de los años, desde González hasta ZP, sus políticas en materia social, económica, internacional así lo han demostrado. Ni PP ni PSOE son lo que dicen representar: recordemos la corrupción, la sumisión a las grandes corporaciones económicas, el desparpajo a la hora de quitar derechos a la ciudadanía, sin olvidar graves decisiones como la entrada en la OTAN, la participación o apoyo a las guerras de los Balcanes, de Irak y Libia y, para colmar el vaso, la modificación del artículo 135 de la Constitución, como hechos más significativos. Podíamos extendernos en recordar muchos otros casos concretos, pero son tantos que sería alargarnos innecesariamente a la hora de definir lo que estos partidos son realmente.
De los partidos “nuevos”, Ciudadanos corre tras el sol que más calienta y, por eso, no son de fiar. Su mismo nombre es suficientemente abstracto como para pretender representar al mismo tiempo a Rato, Botín, Bárcenas y Blesa y, a la vez, al más pobre de entre los perjudicados por la crisis. Su programa, bajo una pretendida imagen de frescura, por una parte, y de realismo, por otra, encierra las mayores contradicciones que hoy se pueden plantear. No obstante, no han gobernado y, por eso, no podemos hablar de lo que en realidad son, aunque apuntan en la misma dirección que los partidos viejos.
Y me centro en lo que actualmente llama más mi atención: “Unidos Podemos”.
El 20D voté a Podemos, y pienso volver a votarlos. Y no por lo que son, sino por lo que representan. Mal que nos pese a todos, la irrupción de Podemos ha cambiado por completo el panorama político. ¡Y ya era hora! Hay que reconocerles el mérito. Todos los partidos, sea cual sea su color, se han visto, desde entonces, obligados a hablar de cosas que nunca pensaron, a decir y prometer lo que nunca hicieron: primarias, transparencia, lucha contra la corrupción, regeneración política, renovación generacional... Todos hablan de cambio, unos prometen cambiar ahora lo que pudieron hacer antes pero no hicieron. Otros, apenas se han estrenado y, en el poco tiempo que llevan para poder demostrarlo, pregonan voluntad de hacerlo pero no es claro que lo vayan a hacer. Puede que Podemos no traiga el cambio, está por ver, pero su aparición, más que un cambio (que, en algunas cosas, también) lo que ha sido es un terremoto que ha hecho tambalearse muchos cimientos, hasta ahora inamovibles. Se ha convertido en el adversario a batir por todos los demás. Y eso es significativo. Solo por eso, Podemos se merece que lo votemos. Soy bastante crítico con lo que, hasta ahora, Podemos ha demostrado ser. Las prisas por encarar los retos electorales que otros le han puesto delante pueden justificar ciertas decisiones. Pero me basta con apoyar lo que representa: un revulsivo. Un revulsivo que tiene que seguir creciendo. Podemos podrá triunfar o desaparecer, pero el seísmo político que ha provocado no tiene marcha atrás, porque hay mucha gente que suspiraba porque un vuelco tal se produjese. Y se está produciendo. El verdadero cambio no llegará en cuatro días, pero seguirá avanzando. Sé que, decirlo públicamente, me compromete a seguir sus pasos de cerca y a exigirles que sean coherentes y pongan en práctica lo que pregonan. Y consecuentemente a ofrecerles la modesta colaboración que esté en mi mano ofrecer.
Y ahora “Unidos Podemos”. Me parece un paso importante. Conocida es mi visión sobre la necesidad de confluir entre las fuerzas populares y, sobre todo, de acercar las organizaciones a la gente. Me encuentro, también, entre quienes pensamos que IU debería haber desaparecido hace tiempo. Su electoralismo y colaboración con el PSOE le han impedido ser verdadera unidad de auténtica izquierda y ha representado un tapón para el avance de cualquier otra alternativa de izquierdas. El miedo a perder votos le impidió, en los mejores tiempos del programa-programa de Anguita, sacudirse a los Curiel, López Garrido y Almeida, verdaderos torpedos, cuyo destino, claramente, estaba escrito de antemano y era engordar las filas socialistas y llevando, tras de sí, un montón de votos. Fue sólo un ejemplo. E IU, como organización, no supo compensar el declive electoral con una mayor presencia en la política del día a día, en la calle, en los tajos, en los movimientos. Se conformó con tener un hueco en las instituciones.
La IU de los últimos tiempos, como organización, ha sido incapaz de ver el psunami que se le venía encima. No entendieron el 15M. Se enrocaron en la defensa de su sigla y, cuando vieron que se quedaban solos, montaron a regañadientes un chiringuito más, un nuevo elemento de división, con los resultados que todos conocemos. El grupo de Alberto Garzón, sí parece que ha sido capaz de ver el momento que vivimos, y su postura decidida, dentro de la coalición, con todas las resistencias que está encontrando, es digna de ser tenida en cuenta, ¡cómo no! La contradicción interna está servida en IU y, lamentablemente, la manera cómo se vaya a resolver va a tener ya poca incidencia en el panorama general de la izquierda.
Con todo, lo que pueda hacer “Unidos Podemos” está por ver. Pero es el camino. Es justo que nos demos esta oportunidad, que no será la única ni la última que se nos presente, pero que tenemos que aprovechar. Votaré “Unidos Podemos”.
José María Grúber. 1363889
Dibujar la situación, definir a los contendientes con trazo grueso, a estas alturas, parece sencillo. Definir con trazo fino puede ser más complicado. Hay quien se estrena, como quien dice, en estas lides. Otros llevan ya muchos años y su trayectoria es clara. Pero, unos y otros ofrecen una imagen o un bagaje dispar entre lo que son realmente y lo que representan.
Los partidos viejos nos han demostrado, con creces, lo que son y lo que dicen representar. El PP, de popular ha demostrado que no tiene nada, solo el nombre. En realidad es un partido para la minoría privilegiada de este país. El tópico de que el PSOE no es ni socialista ni obrero puede que sea algo más que un tópico pues, a lo largo de los años, desde González hasta ZP, sus políticas en materia social, económica, internacional así lo han demostrado. Ni PP ni PSOE son lo que dicen representar: recordemos la corrupción, la sumisión a las grandes corporaciones económicas, el desparpajo a la hora de quitar derechos a la ciudadanía, sin olvidar graves decisiones como la entrada en la OTAN, la participación o apoyo a las guerras de los Balcanes, de Irak y Libia y, para colmar el vaso, la modificación del artículo 135 de la Constitución, como hechos más significativos. Podíamos extendernos en recordar muchos otros casos concretos, pero son tantos que sería alargarnos innecesariamente a la hora de definir lo que estos partidos son realmente.
De los partidos “nuevos”, Ciudadanos corre tras el sol que más calienta y, por eso, no son de fiar. Su mismo nombre es suficientemente abstracto como para pretender representar al mismo tiempo a Rato, Botín, Bárcenas y Blesa y, a la vez, al más pobre de entre los perjudicados por la crisis. Su programa, bajo una pretendida imagen de frescura, por una parte, y de realismo, por otra, encierra las mayores contradicciones que hoy se pueden plantear. No obstante, no han gobernado y, por eso, no podemos hablar de lo que en realidad son, aunque apuntan en la misma dirección que los partidos viejos.
Y me centro en lo que actualmente llama más mi atención: “Unidos Podemos”.
El 20D voté a Podemos, y pienso volver a votarlos. Y no por lo que son, sino por lo que representan. Mal que nos pese a todos, la irrupción de Podemos ha cambiado por completo el panorama político. ¡Y ya era hora! Hay que reconocerles el mérito. Todos los partidos, sea cual sea su color, se han visto, desde entonces, obligados a hablar de cosas que nunca pensaron, a decir y prometer lo que nunca hicieron: primarias, transparencia, lucha contra la corrupción, regeneración política, renovación generacional... Todos hablan de cambio, unos prometen cambiar ahora lo que pudieron hacer antes pero no hicieron. Otros, apenas se han estrenado y, en el poco tiempo que llevan para poder demostrarlo, pregonan voluntad de hacerlo pero no es claro que lo vayan a hacer. Puede que Podemos no traiga el cambio, está por ver, pero su aparición, más que un cambio (que, en algunas cosas, también) lo que ha sido es un terremoto que ha hecho tambalearse muchos cimientos, hasta ahora inamovibles. Se ha convertido en el adversario a batir por todos los demás. Y eso es significativo. Solo por eso, Podemos se merece que lo votemos. Soy bastante crítico con lo que, hasta ahora, Podemos ha demostrado ser. Las prisas por encarar los retos electorales que otros le han puesto delante pueden justificar ciertas decisiones. Pero me basta con apoyar lo que representa: un revulsivo. Un revulsivo que tiene que seguir creciendo. Podemos podrá triunfar o desaparecer, pero el seísmo político que ha provocado no tiene marcha atrás, porque hay mucha gente que suspiraba porque un vuelco tal se produjese. Y se está produciendo. El verdadero cambio no llegará en cuatro días, pero seguirá avanzando. Sé que, decirlo públicamente, me compromete a seguir sus pasos de cerca y a exigirles que sean coherentes y pongan en práctica lo que pregonan. Y consecuentemente a ofrecerles la modesta colaboración que esté en mi mano ofrecer.
Y ahora “Unidos Podemos”. Me parece un paso importante. Conocida es mi visión sobre la necesidad de confluir entre las fuerzas populares y, sobre todo, de acercar las organizaciones a la gente. Me encuentro, también, entre quienes pensamos que IU debería haber desaparecido hace tiempo. Su electoralismo y colaboración con el PSOE le han impedido ser verdadera unidad de auténtica izquierda y ha representado un tapón para el avance de cualquier otra alternativa de izquierdas. El miedo a perder votos le impidió, en los mejores tiempos del programa-programa de Anguita, sacudirse a los Curiel, López Garrido y Almeida, verdaderos torpedos, cuyo destino, claramente, estaba escrito de antemano y era engordar las filas socialistas y llevando, tras de sí, un montón de votos. Fue sólo un ejemplo. E IU, como organización, no supo compensar el declive electoral con una mayor presencia en la política del día a día, en la calle, en los tajos, en los movimientos. Se conformó con tener un hueco en las instituciones.
La IU de los últimos tiempos, como organización, ha sido incapaz de ver el psunami que se le venía encima. No entendieron el 15M. Se enrocaron en la defensa de su sigla y, cuando vieron que se quedaban solos, montaron a regañadientes un chiringuito más, un nuevo elemento de división, con los resultados que todos conocemos. El grupo de Alberto Garzón, sí parece que ha sido capaz de ver el momento que vivimos, y su postura decidida, dentro de la coalición, con todas las resistencias que está encontrando, es digna de ser tenida en cuenta, ¡cómo no! La contradicción interna está servida en IU y, lamentablemente, la manera cómo se vaya a resolver va a tener ya poca incidencia en el panorama general de la izquierda.
Con todo, lo que pueda hacer “Unidos Podemos” está por ver. Pero es el camino. Es justo que nos demos esta oportunidad, que no será la única ni la última que se nos presente, pero que tenemos que aprovechar. Votaré “Unidos Podemos”.
José María Grúber. 1363889
comparto plenamente tu análisis. Yo también votaré Unidos Podemos.
ResponderEliminarNel el Rojo